"EL MANIFIESTO DE 1887" ACTA DE FUNDACIÓN DEL PARTIDO COLORADO

Al hablar de la fundación del Partido Nacional Republicano llamado también Asociación Nacional Republicana o Partido Colorado, es insoslayable hacer un alto en nuestra tarea para recordar a su fundador, el Gral. de División don Bernardino Caballero. No porque seamos un partido personalista, como arteramente se nos quiere acusar, sino que como hijos bien nacidos recordamos y veneramos la memoria de nuestro padre; no como otro Partido que ante la vergüenza de su paternidad la niega y la pretende disolver en una masa anónima. Eso es signo de bastardía que no se va encontrar entre los Colorados.
Por lo demás consideramos que las ideas que no se encarnan en figuras humanas, son simples especulaciones filosóficas de gabinete, sin interés en el estudio de la praxis política; de ahí que George Burdeau habla del hombre como irreemplazable instrumento de la política.
El sólo nombre de Bernardino Caballero, tiene una fuerza evocadora formidable. Es la fuerza del clarín de guerra, que despierta de sus tumbas a los héroes del Olimpo y los hace desfilar en una línea de sombras, invisibles, pero perceptible por el espíritu, a los valientes y patriotas héroes de Estero Bellaco, Curupayty, Isla Ta-yi, Tatayibá, Tuyutí, Acayuazá, Ytororó, Itá Ybaté, Acosta Ñú y otras grandes acciones que certifican el heroísmo, el renunciamiento y la gloria de un pueblo en la defensa de su soberanía y de su dignidad como nación libre e independiente.
Prototipo del hombre paraguayo que es soldado por la fuerza de su propia e íntima naturaleza. Expresión del soldado agricultor que se cubriera de glorias en la campaña chaqueña, Bernardino Caballero, cabalgó en alas de la muerte durante cinco años de inhumana conflagración, exponiéndose día a día a santificar con su sangre esta tierra de héroes. Sin embargo, le iba a ser negada esa gloria, pues, como dice el gran O'Leary: "La Patria Vieja y la Patria Nueva iban a necesitar de un eslabón que al vincularlas, reanudará el proceso de la existencia nacional".
El destino le reservaba el papel de ser el "eslabón" en la historia patria. Lo cumplió a cabalidad, con modestia y grandeza a la vez; pues Caballero por su humildad nunca se sintió un personaje histórico, a pesar de serlo.
Sin querer ni poderlo evitar, debemos hacer historia, y la historia como la entendemos no es un campo santo poblado de estatuas inertes. Tiene vida, dinamismo, se proyecta al presente y en cierto modo la memoria de los muertos ilustres nos mandan.
Caballero, al reanudar el hilo de la "patria vieja" con el de la "patria nueva" marcha de consumo con una conciencia histórica natural que estaba y está en los sentimientos más hondos de nuestra nacionalidad. Durante la guerra fue el héroe de la resistencia; llegada la paz cumplió con el papel
de ser el creador.
Fue el creador del renacimiento paraguayo, más que el "Reconstructor" como ha sido llamado también, con justicia.
Se reconstruye lo que ya existía y fue destruido. En ese sentido ha sido reconstructor porque nuestra Patria había sido destruida. Vivía, existía sólo por el holocausto del Mcal. López en Cerro Cora. A más de reconstructor ha sido "creador" de un renacimiento paraguayo , fundó instituciones que nunca existieron en nuestro país, como la Escuela de Derecho, base de la actual Universidad Nacional de Asunción, el Registro del Estado Civil de las Personas, el Banco Nacional del Paraguay y el Partido Político hasta hoy más poderoso de la República, el Partido Colorado.
Hizo esto y mucho más que, por sabido de todos, no se menciona y lo hizo sin contar con bienes materiales ni intelectuales. Solamente con escombros de una Nación exterminada. Lo mejor, lo más granado de nuestra Patria yacía en los campos de batalla. Su obra es inmensa, escapa a toda cuantificación. No había bienes, no había hombres, no había tesoro público; había sí, ruinas, desolación, luto, deudas de guerra, ancianos, niños y viudas y con este material humano, deshecho de una guerra de exterminio, hizo la creación del renacimiento paraguayo, la reconstrucción de la ''patria vieja" de los López.
Esos deshechos gloriosos de la guerra eran tremendas usinas de voluntad y de decisión, que acompañados, diríamos mejor, precedídos por la mujer paraguaya, madre, viudo y huérfana a la vez, hicieron posible el reinicio de nuestra grandeza.
Era, sin embargo, preciso que existiera una fuerza aglutinante, un "numen" que simbolizara la unión de todos los paraguayos y ese hombre fue Bernardino Caballero, quien representaba la esperanza de la redención de nuestra patria. Soldado que nunca se deshonró por su crueldad en el campo de batalla, que ciñó la espada de la guerra pero no los odios que ella engendra, era la cifra de unión de todos los paraguayos, y así en torno a él se formó el PARTIDO NACIONAL, en el cual se asoció gran parte de la ciudadanía alrededor del adalid de la democracia: El Gral. Bernardino Caballero.
Si en la guerra fue el hombre que más descolló por su coraje, por su inteligencia y por su intrepidez se convertirá en la paz EN EL FUNDADOR DE LA DEMOCRACIA EN EL PARAGUAY, y en el procer de la libertad y de los derechos republicanos como lo calificara con precisión y originalidad el ínclito Presidente del Partido Colorado, Profesor Dr. Juan Ramón Chaves.
El nombre glorioso del Gral. Caballero convocó a todos los ciudadanos a trabajar por el engrandecimiento de nuestra nación. Era el cemento que unía a la familia paraguaya.
Su labor fundamental fue la institucionalización del país. Fue líder absoluto del Partido Nacional. Realizó un Gobierno constructivo, disminuyó la deuda pública, obtuvo la condonación de la deuda de guerra con el Uruguay, defendió el Chaco, adquirió nuestro primer buque de postguerra "El Pirapó", todo ello entre otros actos de Gobierno.
Durante su administración las libertades fueron tan preclaras que se fundaron "FORMALMENTE" los partidos políticos tradicionales, que hasta hoy pugnan en la democracia paraguaya.
Así, recogiendo el mandato de la historia, funda el Partido Colorado el 11 de setiembre de 1887, (ver Acta de Fundación) y ese mismo día lanza un Manifiesto para dar a conocer las motivaciones de esta fundación, en que dice: "No nace nuestro partido obedeciendo a principios de afección pasajera y personal: ni tampoco data su EXISTENCIA DE AYER cuando resolvimos constituirnos en Asociación política. . ." "Vinculados por tradiciones honrosas, confundidos con un solo propósito para levantar al país de su penosa y prolongada frustración".
"Su existencia no es de ayer", afirmación que revela las raíces profundas del coloradismo en las mismas vertientes que dieron nacimiento a nuestra nacionalidad en 1811, como lo hemos demostrado anteriormente. Las tradiciones honrosas que menciona el manifiesto no son ni pueden ser otras, que el entronque filosófico político que tienen Bernardino Caballero y sus hombres con la ideología (2) de Mayo, con la doctrina francista, con el nacionalismo de Don Carlos Antonio López y del Mcal. Francisco Solano López. Tradición honrosa fraguada en el fuego del patriotismo y ganada en /os campos de la muerte.
El manifiesto de 1887 es una instantánea de la propia alma de Bernardino Caballero. El presidió la Comisión de su redacción. Son sus pensamientos, su forma de ver, y de soñar la Patria nueva los que están acuñados en el mismo.
Dicho manifiesto, obra maestra de habilidad doctrinaria, echa las bases para un partido imperecedero, que puede tener vigencia sin limitación de tiempo ni de circunstancias. Elude el dogmatismo académico que encadenaría al partido a las circunstancias de la época de su creación y con clarividencia de porvenir usa palabras que hoy son mágicas en la nueva literatura política como: "cambio" y "estructuras", permitiendo así que dicha declaración, sin cambiar una sola letra, se adapte a las exigencias del quehacer nacional de cada época, enfrentando y dando soluciones a lo más acuciante de cada hora.
Nace el Partido Colorado con un propósito patriótico y definido, cuya síntesis expresada en el mismo Manifiesto se resume en: "PAZ Y RESPETO A NUESTRAS INSTITUCIONES". Columnas matrices de la vida de los pueblos, axioma de vigencia real hoy mismo tanto como ayer, anhelo y ansia de una sociedad universal desesperada por el desenfreno, la anarquía y el odio.
Estos postulados que constituyen el "desiderátum" del Manifiesto de 1887, son hoy, como ayer lo fueron, realidad acuciante del mundo. El Papa Paulo VI, en 1968, le dedica todo un Mensaje
de Reflexión, afirmando que "LA PAZ ES UN DEBER... es un bien supremo de la vida del hombre sobre la tierra, un interés de primer orden, una aspiración común, un ideal digno de la humanidad... UNA EXIGENCIA QUE YA NO SE PUEDE SUPRIMIR DE LA VIGENCIA DE LOS DESTINOS HUMANOS".
El General Caballero se convierte así en el apóstol de la paz.